NEUNTES KAPITEL
Die Begierden beflecken die Seele. -Verdeutlichung durch
Gleichnisse und Beglaubigung durch die Heilige Schrift.
1 Als vierten Schaden erleidet die Seele durch die Begierden
Besudelung und Befleckung, wie das Buch Jesus Sirach es lehrt: Qui tetigit
picem, inquinabitur ab ea. -Wer Pech anrührt, besudelt sich (13,1). Pech aber
rührt an, wer das Begehren seines Willens an einem Geschöpfe stillt. Der Weise
vergleicht die Geschöpfe dem Pech, weil der Unterschied zwischen der
Erlesenheit der Seele und selbst dem Besten aus der Schöpfung größer ist, als
zwischen einem hellen Diamanten oder Feingold und dem Pech. Hält man nämlich
Gold oder Diamanten erhitzt über Pech, so werden sie davon häßlich geschwärzt,
denn die Glut erweicht das Pech und zieht es an sich. Ebenso zieht die einem
Geschöpfe brünstig zugeneigte Seele durch die Glut ihrer Leidenschaft Makel und
Flecken an sich.
Auch unterscheidet sich die Seele von körperlichen
Geschöpfen mehr als eine ganz geklärte Flüssigkeit von einem überaus
schmutzigen Schlamm. Gleich wie eine solche Flüssigkeit sich trüben würde, wenn
man sie mit dem Schlamm vermengte, so trübt sich die Seele, die sich an
Geschaffenes hängt, denn sie wird ihm ähnlich. Und wie Rußstriche ein vollendet
schönes Antlitz verunstalten, so verderben und beschmutzen ungeordnete
Begierden die ihnen verfallene Seele, die an sich ein vollendet schönes
Ebenbild Gottes ist.
Johannes vom Kreuz, Empor den Karmelberg, Einsiedeln (2003)
Übertragung von Oda Schneider
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CAPÍTULO 9
En que se trata cómo los
apetitos ensucian al alma. Pruebalo por comparaciones y autoridades de la
Escritura sagrada.
1. El cuarto daño que hacen
los apetitos al alma es que la ensucian y manchan, según lo enseña el
Eclesiástico (13, 1),
diciendo: Qui tetigerit
picem, inquinabitur ab ea; quiere decir: El que tocare a la pez, ensuciarse ha
de ella; y entonces toca uno
la pez cuando en alguna
criatura cumple el apetito de su voluntad. En lo cual es de notar que el Sabio
compara las criaturas a la
pez, porque más diferencia
hay entre la excelencia del alma y todo lo mejor de ellas, que hay del claro
diamante fino oro a la pez. Y
así como el oro o diamante,
si se pusiese caliente sobre la pez, quedaría de ella feo y untado, por cuanto
el calor la regaló y
atrajo, así el alma que
está caliente de apetito sobre alguna criatura, en el calor de su apetito saca
inmundicia y mancha de el
en sí.
Y más diferencia hay entre
el alma y las demás criaturas corporales que entre un muy clarificado licor y
un cieno muy
sucio. De donde, así como
se ensuciaría el tal licor si le envolviesen con el cieno, de esa misma manera
se ensucia el alma
que se ase a la criatura,
pues en ella se hace semejante a la dicha criatura. Y de la misma manera que
pondrían los rasgos de
tizne a un rostro muy
hermoso y acabado, de esa misma manera afean y ensucian los apetitos
desordenados al alma que los tiene, la
cual en sí es una hermosísima y acabada imagen de
Dios.
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