Montag, 20. Februar 2012

Karmelberg / Monte carmelo 1.9.1


NEUNTES KAPITEL

Die Begierden beflecken die Seele. -Verdeutlichung durch Gleichnisse und Beglaubigung durch die Heilige Schrift.

1 Als vierten Schaden erleidet die Seele durch die Begierden Besudelung und Befleckung, wie das Buch Jesus Sirach es lehrt: Qui tetigit picem, inquinabitur ab ea. -Wer Pech anrührt, besudelt sich (13,1). Pech aber rührt an, wer das Begehren seines Willens an einem Geschöpfe stillt. Der Weise vergleicht die Geschöpfe dem Pech, weil der Unterschied zwischen der Erlesenheit der Seele und selbst dem Besten aus der Schöpfung größer ist, als zwischen einem hellen Diamanten oder Feingold und dem Pech. Hält man nämlich Gold oder Diamanten erhitzt über Pech, so werden sie davon häßlich geschwärzt, denn die Glut erweicht das Pech und zieht es an sich. Ebenso zieht die einem Geschöpfe brünstig zugeneigte Seele durch die Glut ihrer Leidenschaft Makel und Flecken an sich.
Auch unterscheidet sich die Seele von körperlichen Geschöpfen mehr als eine ganz geklärte Flüssigkeit von einem überaus schmutzigen Schlamm. Gleich wie eine solche Flüssigkeit sich trüben würde, wenn man sie mit dem Schlamm vermengte, so trübt sich die Seele, die sich an Geschaffenes hängt, denn sie wird ihm ähnlich. Und wie Rußstriche ein vollendet schönes Antlitz verunstalten, so verderben und beschmutzen ungeordnete Begierden die ihnen verfallene Seele, die an sich ein vollendet schönes Ebenbild Gottes ist.



Johannes vom Kreuz, Empor den Karmelberg, Einsiedeln (2003)
Übertragung von Oda Schneider

*****
 
CAPÍTULO 9

En que se trata cómo los apetitos ensucian al alma. Pruebalo por comparaciones y autoridades de la Escritura sagrada.

1. El cuarto daño que hacen los apetitos al alma es que la ensucian y manchan, según lo enseña el Eclesiástico (13, 1),
diciendo: Qui tetigerit picem, inquinabitur ab ea; quiere decir: El que tocare a la pez, ensuciarse ha de ella; y entonces toca uno
la pez cuando en alguna criatura cumple el apetito de su voluntad. En lo cual es de notar que el Sabio compara las criaturas a la
pez, porque más diferencia hay entre la excelencia del alma y todo lo mejor de ellas, que hay del claro diamante fino oro a la pez. Y
así como el oro o diamante, si se pusiese caliente sobre la pez, quedaría de ella feo y untado, por cuanto el calor la regaló y
atrajo, así el alma que está caliente de apetito sobre alguna criatura, en el calor de su apetito saca inmundicia y mancha de el
en sí.

Y más diferencia hay entre el alma y las demás criaturas corporales que entre un muy clarificado licor y un cieno muy
sucio. De donde, así como se ensuciaría el tal licor si le envolviesen con el cieno, de esa misma manera se ensucia el alma
que se ase a la criatura, pues en ella se hace semejante a la dicha criatura. Y de la misma manera que pondrían los rasgos de
tizne a un rostro muy hermoso y acabado, de esa misma manera afean y ensucian los apetitos desordenados al alma que los tiene, la
cual en sí es una hermosísima y acabada imagen de Dios.

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